martes, 10 de marzo de 2015

El momento en que te das cuenta...

¿Alguna vez te has dado cuenta de algo, que jamás te habías percatado que existía?

Es decir... Vas de camino a casa, y de pronto tu vista se fija en el cielo por ejemplo... Y de pronto, empiezas a ver formas, colores, y tu alma de pronto empieza a elevarse que pareciera que tus pies se separan del suelo, y un suspiro ya te ha sido robado por esa imagen visual que en tus ojos se transforma en belleza.


O de pronto... ¡Zaz!, una flor en la entrada de tu casa, como recibiéndote para darte una bienvenida que te ennoblece el corazón, o como si te diera las gracias, de percatarte de su belleza y magnificar su pequeño tamaño.

O quizá... ¡Ya sé!...
¡Una sonrisa!
Alguna vez te has percatado de una sonrisa... Sincera y noble, pura y transparente con la cual lo único que puedes responder es con una reciprocidad mutada... 


¿Ya existían esas cosas? Sí, claro que sí...
Pero, ¿Qué ha pasado en nosotros que las vemos hasta en ese momento?
Ese momento... El momento en que te das cuenta de la belleza que existe alrededor tuyo.
El momento en que te das cuenta de la nobleza que existe en ti... La belleza que, tú al tenerla, la reconoces y la guardas en el cofre de oro de tu memoria. 
Ese momento, en que dejas de ser un humano más, y te conviertes en un ser, más humano, más noble, más sensible, más digno...

El momento en que dejas de simplemente vivir, y te das cuenta que vivir es algo más, vivo... En el que vivir, es algo más glorioso, bello y lleno de luz y vida.

Ya no eres igual, ya no puedes vivir igual. Ya tu vida cobra luz, tu vida cobra altura... Y es por ese momento, en que te das cuenta...